jueves, 29 de noviembre de 2012

El Despertar de mi Conciencia



He despertado finalmente en un lugar desconocido. Mi mente está sumamente agitada y perpleja, comienzo a pensar que lo de anoche fue algo más que solo un sueño. Fue una revelación automática de mi subconsciente…

Escruto mi entorno con la mirada en penumbra, tratando de buscar alguna persona, alguna señal de vida, algún indicio… Nada, Nadie. Enfrente de mí, reconozco una pequeña figura muy conocida por su fama religiosa.
Me estremezco y un impulso aterrador me incita a levantarme de un brinco. Camino hacia Él. Al tomarlo entre mis manos, mi corazón late con tal fuerza, que casi siento cómo se sale de mi pecho, mi piel se eriza y un tétrico frío recorre mi espina dorsal. Es algo que jamás había sentido antes.

Lo observo detenidamente, y me pregunto al mismo tiempo si habrá sido una casualidad haber tenido esta cruz enfrente de mí todo el tiempo. Es curioso; pareciera que ÉL reconoce la persona que lo sujeta entre sus manos, pues lo mira con piedad, como guardando un triste secreto que se sabe ya revelado. Sigiloso, escatológico. Siempre ha estado ahí, sin inmutarse ni un solo instante por la presencia de nadie. Sin embargo, esta vez es diferente. Cierro los ojos y un impulso aterrador me obliga a pegarme la cruz al pecho con tal fuerza, que puedo sentir cómo mi cuerpo entero se desploma, débil, febril.

Maldigo, suspiro. Mis venas saltan de mis cienes cual mar enfurecido en plena tormenta y mi respiración se acelera sin poderla controlar.
Escucho un susurro de voces y abro los ojos rápidamente. Me doy vuelta, una y otra vez; escucho voces que susurran mi nombre. No hay nadie junto a mí. Observo la cruz que tengo firmemente apretada contra mi pecho y sin poder reparar en la situación ni un minuto más; me invade el recuerdo…
Anoche soné que estaba en el desierto.
Solo, completamente solo…
Y pensaba: ¡No es posible, seguro que estoy muerto!
ya que a mi lado no encontraba
ni mi cuerpo, ni señales, ni palabras.
Sólo arena; sólo arena del desierto…

Un espanto supremo me agobiaba,
una sed de salvarme de la nada,
un terror de saber que yo flotaba
y en montañas de arena me enterraba.

Yo quería despertar clamando al cielo,
y seguro mi voz fue escuchada
pues un viento salido de mi anhelo
al oído muy despacio murmuraba:

 – Eres alma. Eres alma buscando su morada
– ¿Y qué he de hacer señor para buscarla?...
¡¿Y qué he de hacer señor para encontrarla?!
– Toma tu cruz y sigue tu camino,
toma lo que con creces yo te he dado…

¡Mas no esperes encontrar un buen destino
en torbellinos de errores enlodados!
El camino a la verdad y hacia la gloria,
cuando naciste lo tenías ya trazado.
Piensa un poco, recuerda, haz memoria
y verás que solo tú lo has destrozado… –

El viento se apagó. Quedó el silencio,
busqué mi cruz y ¡no pude encontrarla!
y sólo el desierto que era inmenso,
en llamas de terror logró ocultarla.

Agobiado de sed, miedo y espanto,
desperté sudando y tembloroso
y entonces contemplé al Dios Santo
que en su altar me miraba bondadoso…

Terrible fue en verdad esa experiencia,
y hermoso el despertar de mi conciencia;
ya no temo señor, a ese desierto…
PUES CONMIGO TU ESTÁS Y YO YA ESTOY MUERTO

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Que el trabajo de otros te motive a hacer el tuyo, mejor!

"A la gente no le interesa tu vida, le interesa resolver sus problemas"   Esa frase fue el parteaguas que me ayudó a en...