viernes, 7 de septiembre de 2012

La hora del baño: una cuestión nada especial


Desde que somos pequeños se nos induce el hábito del baño (o la ducha) diariamente. Es algo común dentro de nuestra sociedad, es un paradigma social que se ve y aprecia de manera “normal” dentro de las reglas y los estándares que se requieren para sintonizar con nuestro entorno y ser parte de ésa masa social que es vista como “aceptada” por todos.
En cuestión de costumbres, también se ha ido desarrollando con el paso del tiempo eso de tomar un baño, pues bien, no es sólo parte de la higiene personal; sino que también representa una cuestión enfática de nosotros mismos y de nuestro prójimo. Representa la aceptación total o parcial de una persona hacia otra en cuestiones de “buenos olores” y comodidad al acercarse a ese ser humano.
Así mismo, como asignación autoritaria por parte de un catedrático, se me ha dado a la tarea de encontrar la manera de realizar éste acto (el de bañarse, al parecer tan cotidiano y común); de una manera totalmente distinta a como en lo personal, suelo hacerlo... Y debo decir que no ha sido una tarea fácil de lograr; pues intenté varias veces convertirla en una experiencia nueva, inverosímil, divertida, creativa, inesperada, sorpresiva y hasta expresiva; para poder así cumplir con mi deber de ésa esquemática idea de los paradigmas sociales y romper con ellos a toda costa.
Pero de una forma u otra, me forzaba a mí misma para poner atención en los detalles que mi cuerpo hacía automáticamente a la hora de tomar un baño; y me repetía constantemente que advirtiera la manera en que me duchaba, para poder hacerlo después, de una forma totalmente distinta. Ya que muchas veces, la mayoría de las personas no pone especial atención en ciertos detalles de éste índole (siendo cosas que hacemos automáticamente) como por ejemplo: Bañarse.
Al tratar de esforzarme tanto en cambiar la forma en que tomo un baño y modificarlo de tal modo en que fuera no sólo un concepto totalmente distinto, sino también una nueva experiencia que se diera de manera natural; me vi en la suntuosa labor de hacerlo de una forma forzada, aburrida y nada interesante o divertida para poder relatarla. Sin embargo, así sucedió:
En lugar de comenzar con la cabeza, decidí enjabonarme primero los pies y poco a poco ir subiendo hasta llegar a la parte en que me aplico el shampoo. En lugar de hacerlo todo con la llave del agua cerrada, lo hice con ésta, abierta. Y en lugar de enjuagarme el cabello de la raíz a la punta; decidí dejar correr el agua por la parte final de mi cabello e ir subiendo lentamente hasta llegar al otro extremo del mismo y sentir un suave masaje relajante en mi deleitado cuero cabelludo.
También quería tener la experiencia de bañarme con el agua a una temperatura que no acostumbro: fría. Pero en verdad no pude cambiar esto. Los días lluviosos y fríos han afectado mi estado de salud y no me pude dar el lujo de darme un baño con agua fría, sabiendo lo sensibles que han estado mis pulmones y alveolos últimamente.
Así bien, al darme cuenta que la manera en que “cambié” la forma en que tomo un baño, no había sido la gran cosa ni mucho menos algo divertido e interesante que contar; descubrí que aún a pesar de todo, se necesita mucha imaginación y creatividad para poder relatar algo que puede ser tan simple y vanal como la cotidiana experiencia de tomar un baño; y poder así romper esquemáticamente con un paradigma social, de manera única e individual.

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