Desde que somos pequeños se nos induce el hábito del baño (o la ducha)
diariamente. Es algo común dentro de nuestra sociedad, es un paradigma social
que se ve y aprecia de manera “normal” dentro de las reglas y los estándares
que se requieren para sintonizar con nuestro entorno y ser parte de ésa masa
social que es vista como “aceptada” por todos.
En cuestión de costumbres, también se ha ido desarrollando con el paso
del tiempo eso de tomar un baño, pues bien, no es sólo parte de la higiene personal;
sino que también representa una cuestión enfática de nosotros mismos y de
nuestro prójimo. Representa la aceptación total o parcial de una persona hacia
otra en cuestiones de “buenos olores” y comodidad al acercarse a ese ser
humano.
Así mismo, como asignación autoritaria por parte de un catedrático, se
me ha dado a la tarea de encontrar la manera de realizar éste acto (el de
bañarse, al parecer tan cotidiano y común); de una manera totalmente distinta a
como en lo personal, suelo hacerlo... Y debo decir que no ha sido una tarea
fácil de lograr; pues intenté varias veces convertirla en una experiencia
nueva, inverosímil, divertida, creativa, inesperada, sorpresiva y hasta
expresiva; para poder así cumplir con mi deber de ésa esquemática idea de los
paradigmas sociales y romper con ellos a toda costa.
Pero de una forma u otra, me forzaba a mí misma para poner atención en
los detalles que mi cuerpo hacía automáticamente a la hora de tomar un baño; y
me repetía constantemente que advirtiera la manera en que me duchaba, para
poder hacerlo después, de una forma totalmente distinta. Ya que muchas veces,
la mayoría de las personas no pone especial atención en ciertos detalles de
éste índole (siendo cosas que hacemos automáticamente) como por ejemplo:
Bañarse.
Al tratar de esforzarme tanto en cambiar la forma en que tomo un baño
y modificarlo de tal modo en que fuera no sólo un concepto totalmente distinto,
sino también una nueva experiencia que se diera de manera natural; me vi en la
suntuosa labor de hacerlo de una forma forzada, aburrida y nada interesante o
divertida para poder relatarla. Sin embargo, así sucedió:
En lugar de comenzar con la cabeza, decidí enjabonarme primero los
pies y poco a poco ir subiendo hasta llegar a la parte en que me aplico el shampoo. En lugar de hacerlo todo con la
llave del agua cerrada, lo hice con ésta, abierta. Y en lugar de enjuagarme el
cabello de la raíz a la punta; decidí dejar correr el agua por la parte final
de mi cabello e ir subiendo lentamente hasta llegar al otro extremo del mismo y
sentir un suave masaje relajante en mi deleitado cuero cabelludo.
También quería tener la experiencia de bañarme con el agua a una
temperatura que no acostumbro: fría. Pero en verdad no pude cambiar esto. Los
días lluviosos y fríos han afectado mi estado de salud y no me pude dar el lujo
de darme un baño con agua fría, sabiendo lo sensibles que han estado mis
pulmones y alveolos últimamente.
Así bien, al darme cuenta que la manera en que “cambié” la forma en
que tomo un baño, no había sido la gran cosa ni mucho menos algo divertido e
interesante que contar; descubrí que aún a pesar de todo, se necesita mucha
imaginación y creatividad para poder relatar algo que puede ser tan simple y
vanal como la cotidiana experiencia de tomar un baño; y poder así romper
esquemáticamente con un paradigma social, de manera única e individual.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario