Por cuestiones personales (y más por deseo que otra cosa), me vi en la
“obligada” necesidad de pasar la noche del lunes en casa de mi novio.
Después de la escuela, Miguel (mi novio), me recogió y lo acompañé a
realizar algunas actividades que tenía pendientes (como ir a su escuela,
recoger unos papeles de su trabajo, etc.). Así bien, como ya se había hecho
tarde, decidimos que sería mejor que me quedara en su casa ésa noche y al día
siguiente me llevaría a la universidad.
Y así fue. Mis estancias en casa de Miguel, son realmente lindas y
cómodas. Mi suegra es excepcional y me trata como si fuera una hija. Y mi
cuñada, ¡ni se diga! Es una de las mujeres más divertidas y cools que he conocido (a pesar del
nacimiento de su primera hija y lo ocupada y malhumorada que ha estado debido a
<quiero pensar yo>, la depresión postparto).
Pues bueno, para realizar mi tarea de romper paradigmas sociales y
tener “malos modales” a la hora de comer, fallé en mi cometido de hacerlo frente
a mi suegra y mi cuñada (ya no dio tiempo), y tuve que idearme una nueva manera
de realizar éste acto para cumplir exitosamente con la asignación que se me
había encomendado.
Así que me preparé un lunch
bastante rico y nutritivo <desde mi punto de vista>, y lo llevé a la
escuela: sin cubiertos (por mero accidente y olvido).
Un virote y un plátano, yogurt, un poco de papaya y el resto del espaguetti que sobró de la comida del
lunes…
Estando en una de mis clases de la universidad (producción
radiofónica), noté que mi estómago rugía incesantemente; debido al hambre
provocada por la falta de desayuno hasta ésos momentos. Por fortuna, la maestra
nos concedió media hora de descanso (de su clase de tres horas), para poder
relajarnos y comer o simplemente divagar con la mente.
Yo me di a la tarea de comer <más por instinto que por
pensamiento>, y decidí no salir del salón. Junto conmigo se quedaron otros
tantos compañeros que, al estar ocupados platicando, no notaron la manera en
que yo sacaba de mi mochila mis alimentos, con una desesperación intolerable.
Dos de mis queridos compañeros, y amigos se quedaron charlando con la maestra y
ésta nos compartía a los tres sus anécdotas de trabajo en la radio.
Yo estaba escuchando su historia con un interés incorregible; pero al
mismo tiempo, mi cuerpo sacaba automáticamente mis alimentos de sus toppers y los preparaba para el
delicioso festín.
Con una súbita impaciencia y un impulso feroz, comencé a prepararme mi
“lonche de plátano con yogurt”, a comer mi deliciosa fruta fresca: la papaya y
a saborear el exquisito manjar de fideos largos con tomate y aceite de oliva
que mi suegra había preparado. Era tanta mi hambre, que en ésos momentos no
pensé en nada ni en nadie. Olvidé por completo la cuestión de la tarea, no me
percaté de la presencia de la maestra ni mis compañeros y mucho menos puse
atención a los impulsos racionales de mi mente que me decían que parara y me
comportara de manera adecuada delante de la gente.
Estaba tan ensimismada con mis sagrados alimentos y el acto de
comerlos en ése momento, que cuando menos me di cuenta, la maestra me miraba
con una expresión horrorizada, confundida y de ternura al verme en ése estado.
Tan desesperada, tan hambrienta y con tan malos modales al estar comiendo todo
con las manos.
Cuando volteé la cara con el bocado de pasta en la boca y me percaté
de la mirada de la maestra y mis dos compañeros; mi expresión fue casi tan
divertida como la manera en que uno se ríe de los videos graciosos de una
familia.
La maestra se limitó a verme y arquear las cejas con una expresión de
“vaya modales jovencita” al mismo tiempo en que me sonreía con perspicacia.
La compañera que me observaba rió y dijo “estás haciendo la tarea,
¿verdad?”. En ése momento recordé todo y fingí demencia diciendo “aahhh,
¡claro!... eso hago. La tarea”. Por dentro reí y por fuera me sentí un poco
apenada por la reacción de la maestra. Pero finalmente pude cumplir con el
cometido.
La manera en que la maestra me vio fue casi como si quisiera hacerme
sentir avergonzada de mi comportamiento. ¿Cómo es posible que una joven
universitaria coma de ésa manera delante de las personas y dentro de un salón
de clases?
Pero afortunadamente no me sentí ofendida ni ridiculizada ni
subestimada. Ya que por dentro me recordé sobre la tarea de romper con el
paradigma social público de “comer sin cubiertos” y observar la reacción de la
gente. Así pues, fue interesante la reacción de mi maestra y de mis compañeros
que, al parecer; ya no era una sorpresa para ellos.
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