La fecha del 6 de Mayo de 1987 fue un día exhaustivo y templado en la metrópoli de la ciudad de Oslo, en Noruega. Sarah, a sus 19 años de edad, no tenía ni idea que estuviera embarazada y mucho menos que ésa misma noche, su vida fuera a cambiar de una manera tan drástica e inesperada…
El novio de Sarah era el típico joven apuesto, latino, con el que todas las chicas de su escuela desearían estar. Efectivamente, Sarah era la chica bonita, con suerte y envidiada de casi todas las mujeres del Instituto Carmstrich, una escuela fundada en el año de 1872.
El galán de galanes, Mauricio Villalobos Toledo tenía un gusto exquisito por las mujeres; Sarah se sentía tan afortunada de haber sido la compañera elegida de Mauricio, pero a la vez, sabía muy bien quién era ella y el por qué de su elección.
Sarah siempre fue una joven hermosa, tenaz e idealista. Pero desde que entró a la juventud, aproximadamente desde sus quince años, desarrolló una belleza exquisita; casi imperceptible por los sentidos humanos comunes. Ella era de origen árabe, pero su descendencia y sus antepasados destacaban de las legiones de Siberia y Latinoamérica, la cual arraigaba una mezcla bastante interesante, empero, Sarah destacaba su belleza a una combinación entre oriente y occidente que de igual forma, le daba un toque a su personalidad y a su belleza física como de una princesa Árabe pero con rasgos latinos muy característicos de su familia.
Finalmente, Mauricio era un joven que también se sentía con suerte de tener a Sarah formando parte de su exorbita vida. Todos concordaban en que formaban una hermosa pareja, pero de igual manera; eran el blanco principal de los rechazados de la escuela a causa de la popularidad que ambos tenían.
En fin… su hermosa y perfecta vida era lo que la sociedad veía; o más bien, lo que ambos reflejaban. Pero los dos ocultaban un oscuro pasado y sus vidas cotidianas no eran tan perfectas como todos pensaban. Mauricio, por un lado, tenía un vicio secreto por la cocaína del que nadie sabía, salvo su mejor amigo Arturo, el cual también había atribuido al vicio su propio afán de vendedor y comprador y se hacía de dinero, comerciando con su propio colega y consiguiendo también, raciones para él mismo. Sería poco probable de creer y casi imposible de soportar la idea, para los amigos y familiares de Mauricio. Jamás dejaba que su adicción se notara; pues sería de gran tristeza para los que lo rodeaban, saber de su oculto secreto.
Era el chico apuesto y popular de la escuela, al parecer, lo tenía todo. Era capitán del equipo de futbol americano, tenía una beca universitaria a consecuencia de ello y por sobre todas las cosas, tenía a Sarah de novia, la hermosa, talentosa e inteligente chica que todo hombre veía como presa fácil para llevarla a la cama a causa de sus notables talentos y atributos físicos.
Pero, por otra parte; y a pesar de parecer perfecta y un modelo a seguir para las demás chicas. Sarah Lockhart de vez en vez sufría por aquella situación. Tener que sobrellevar una carga tan pesada de perfección y simpatía constantemente; el simple hecho de no poder expresarse como una persona que siente ira, odio, envidia, celos, o angustia por las circunstancias que ciertas veces la rodeaban; le causaban una gran angustia y tristeza; que muchas veces, llegaba a caer en el detestable estado de la depresión cotidiana. Pero las personas la veían siempre tan perfecta, arreglada, talentosa y fuerte de alma y espíritu; así que no podía permitirse invadir por ése sentimiento que estaba a flor de piel constantemente y que en cualquier momento de debilidad, saldría a relucir con una gran fuerza; así como la que ella usaba constantemente para ocultarlo.
Y es que se le demandaban tantas responsabilidades; y el simple hecho de mantener una falsa máscara de que nada le importaba; de que todo le iba y le venía a como dé lugar y que nada derrumbaba su espíritu guerrero… le afectaba más de lo que cualquiera pudiera pensar.
Pero su ego, levantado por la sociedad, no le permitía ni a ella misma dejarse llevar por ése sentimiento. Así que; por sobre todas las cosas, ocultaba sus miedos, sus tristezas y sus inseguridades, detrás de una máscara de fortaleza y confianza digna de ser inquebrantable.
Una máscara que ella bien sabía que en cualquier momento podría desaparecer; desgastarse con el paso del tiempo y la acumulación de los malos sentimientos. Sabía de antemano que necesitaba hacer algo para superar ésa situación; a fin de cuentas, era sólo cuestión de tiempo.
Capítulo 1
Lunes 2 de Mayo de 1987:
Era un día común y corriente como cualquier otro; tan aburrido y cotidiano que era de
costumbre olvidar en qué fecha se estaba viviendo.
costumbre olvidar en qué fecha se estaba viviendo.
Sarah se levantó de su cama con el sonar de su despertador, el cuál le bastaba escuchar una sola vez para despertarse inmediatamente y comenzar con su rutina para ir al colegio.
Se dirigió al baño, se miró en el espejo, y por impulso automático se dijo a sí misma “te ves terrible” Despertó a sus padres y les dijo que ya era hora de preparar todo para su pequeña hermana Emily, se dirigió nuevamente al baño y se dio una ducha con agua fría para evitar, como siempre; el sentirse somnolienta durante las clases.
Salió del baño; tomó su uniforme escolar y se vistió más rápido de lo que cualquiera pudiera predecir.
Fue al comedor donde se encontraban desayunando sus padres y su hermana de seis años, tomó un pedazo de pan tostado y un trago de jugo de naranja y se dirigió, con sus útiles escolares, a la entrada. Como era de costumbre, su madre le comentó que eso no era suficiente desayuno y le dio dinero para comprarse un almuerzo; ella tomó el dinero y sin más por decir se dirigió a su auto. Un Audi último modelo del cuál sacó, primero que nada, ropa de Mauricio que había olvidado ahí la noche anterior en que fueron al pueblo de Oustrich a “pasar el rato”. La colocó en su mochila y se subió al vehículo.
Todas las mañanas eran como una interminable rutina para Sarah; pero todo siempre cambiaba, estando en la escuela. Siempre era todo distinto; desde las clases, hasta la clásica bienvenida de sus compañeros.
Sarah pertenecía al equipo de porristas de la escuela; y como era de suponerse; era la capitana de la escuadra, así que, y por consecuencia; su equipo y algunos jóvenes estaban siempre junto al lugar en el que ella usualmente se estacionaba; ahí, listos para recibirla siempre que les era posible.
Amigos les llamaba ella; pero al fin de cuentas, no eran más que un montón de jóvenes con problemas parecidos a los suyos y fingiendo ser perfectos para el resto de las personas. Ese día; ése lunes, llegó sin ninguna prisa. Se le hizo tarde como siempre; pero por ser del grupo popular, sabía que tenía sus métodos y mañas por salirse con la suya.
Mauricio estaba ahí; esperándola como todos los días, junto con algunos amigos del equipo enamorando a las porristas; al fin de cuentas, había muchas relaciones en ése ambiente. Porristas junto con los jóvenes atletas, salían de vez en vez a fiestas privadas y a los mejores centros comerciales a pasar el rato.
-Llegas tarde, las clases empezaron hace diez minutos Sarah-
-Bueno, nadie va a morir por que lleguemos diez minutos tarde; además, es la clase de química, y sabes cómo es ése profesor conmigo. Él me ama- al momento en que decía la última frase, se sonrojó y rió con tono sarcástico… Como si no fuera común que todos amaran a Sarah.
El resto del día fue de lo más común para Sarah y para Mauricio. Desayunaron juntos en el comedor principal, tomaron sus clases correspondientes, estuvieron cada uno con sus amigos y luego tomaron su espacio para estar juntos nuevamente; hablaron de cómo les había ido el fin de semana y esperaron pacientes el final del día.
Cuando el timbre de la salida sonó, Mauricio acompañó a Sarah a su casa; estacionaron los vehículos y se dirigieron a la puerta principal. Sarah estaba a punto de abrirla, cuando sintió una punzada en el vientre que la dobló instantáneamente del dolor. No sabía lo que estaba ocurriendo y soltó un pequeño sollozo. Mauricio se asustó y la detuvo rápidamente, preguntándole si se sentía bien. Instantáneamente después de la reacción, Sarah se levantó y se quedó perpleja ante la secuela del dolor, tomó sus libros del suelo y comentó que tal vez había sido un cólico. Muy por dentro, ella sabía que no había sido eso. Éste dolor era diferente, jamás lo había sentido, y a pesar de que fue más fuerte de lo que demostró; hizo caso omiso y continuaron con su rutina.
Cuando entraron a la casa, Sarah notó que no había nadie, cosa que la sorprendió porque normalmente su mamá llegaba temprano de sus clases de yoga; esperándola para entregarle las tareas domésticas y luego irse a casa de su amiga Janet a tomar una taza de café y ponerse al tanto de los nuevos chismes del vecindario.
Sarah no se inmutó ni por un momento, pese a la circunstancia; ya que pensó que tal vez se había ido antes o el horario de su clase había cambiado. De cualquier manera, era mejor para ella que estuviera así. Estaban solos y sin alguien quien los molestara.
-Será mejor que me vaya nena, no me gusta estar así sin que tus padres estén… Además, me quedé de ver con Arturo en un rato. Dice que quiere que lo acompañe a una reunión de negocios-
-Como me molesta enserio que vayas con ése rufián. En verdad; te lo digo y te lo repito Mauricio, ése amigo tuyo me da mala espina- Sarah siempre tuvo un presentimiento extraño sobre Arturo; y más cuando invitaba a Mauricio a “reuniones laborales”.
Mientras subían la escalera para llegar a las habitaciones, ambos escucharon un ruido que provenía de la habitación principal. Así que su plática fue interrumpida por una inesperada sorpresa…
-¡¿Qué estás haciendo aquí?!- Exclamó Sarah con un gesto de enfado.
-¡Hola querida! Vine a visitarlos-
Mauricio volteó rápidamente a ver a Sarah, su mirada era penetrante y llena de preguntas insólitas. Finalmente, habló:
-¿Quién es él?-
………………………
El hombre tenía un aspecto joven y trigueño, se levantó de la cama y extendió su mano a Mauricio, diciendo con gesto amable.
-Mucho gusto, mi nombre es Sergio, soy el hermano de Sarah-
-¡Medio-hermano!- Dijo Sarah efusivamente y movió a Mauricio para evitar que estrecharan sus manos.
Fue un momento de total confusión para Mauricio. No sabía exactamente lo que estaba sucediendo; y justo cuando estaba a punto de preguntar, escuchó una voz familiar decir – ¡Sarah, Mauricio! ¿Qué hacen aquí muchachos?-
Era la mamá de Sarah quien salía de su baño; acababa de tomar una ducha y se veía un tanto sorprendida por haber encontrado a todos ahí reunidos.
Nadie habló por unos momentos; cuando de repente, el silencio fue interrumpido por Sarah, quien decía casi a gritos que Sergio no debería estar ahí con ellos. Mauricio estaba tan confundido como Aurora, la madre de Sarah, quien le decía que se calmara y que explicara por qué estaba tan molesta.
Nadie habló más. Veían a Sarah como si fuera una loca. Ella se dio cuenta y simplemente se calmó; se apartó de todos y se fue rápidamente a su cuarto.
Aurora, Sergio y Mauricio se quedaron en la habitación, tan confundidos como asustados por la reacción de Sarah.
-Será mejor que vaya a ver cómo está- Comentó Mauricio para romper el silencio provocado por los apabullantes reclamos de la joven.
-Estoy totalmente de acuerdo- Comentó Aurora con afán de calmar a su hija, anonadada por tal reacción; supuso que tal vez había tenido un mal día…
Después de un rato, Mauricio salió del cuarto de Sarah. Tenía un semblante pálido y estaba casi perplejo. Como si hubiera visto a un fantasma o tal vez algo peor.
Se dirigió a la entrada con movimientos bruscos y una notable actitud de enfado, cuando se topó con Sergio, quien preguntaba curioso qué había sucedido. Mauricio volteó a verlo con mirada furiosa, lo apartó de su camino y salió de la casa sin decir una sola palabra.
Aurora estuvo a punto de hacerle la misma pregunta a Mauricio; pero como notó que estaba muy enfadado y un tanto alterado; prefirió hacer caso omiso al respecto, no quiso indagar más sobre lo que había sucedido y simplemente le pidió a Sergio que la acompañara a sus actividades cotidianas y que la dejaran descansar.
El resto del día, Sarah no salió de su habitación. Sus padres la llamaron para que bajara. La cena estaba lista y era costumbre estar todos juntos para las comidas familiares. Sarah no bajó; comentó que prefería dormir porque no tenía hambre. Aurora comenzó a sospechar que algo grave estaba sucediendo; pero de igual manera, nadie comentó nada al respecto; decidió no decirle una palabra a su esposo Erick y mucho menos a Emily. Pensó que seguramente su hija había tenido quizás algún problema con Mauricio; y realmente prefería darle su espacio por el momento. <Mañana veré cómo sigue; y si para la noche está igual, tendré que hablar con ella y que me explique qué es lo que está sucediendo> Pensó Aurora mientras se acomodaba en su silla y comenzaba a servir la cena.
Capítulo 2
Martes 3 de Mayo de 1987:
Ese día fue un tanto diferente a la mayoría. Sarah no se levantó para ir a la escuela.
Su padre fue a ver qué era lo que estaba ocurriendo con ella; pero la única respuesta que obtuvo fue que Sarah se encontraba enferma.
Con la pequeña Emily sería diferente. Inmediatamente se hubiera pensado que estaba fingiendo o le darían algún tipo de medicamento, esperando que se mejore y posteriormente, la mandarían a la escuela… Pero sabían que Sarah; por más que quisiera fingir; era demasiado disciplinada y responsable, como para permitirse faltar ni siquiera un solo día; si no fuera porque en verdad se sintiera mal.
No le comentaron nada respecto a su falta. Sus padres, Aurora y Erick, le dijeron que la llevarían con un doctor pero ella se negó, dijo que, aunque se sentía mal, se le quitaría rápidamente el dolor descansando ése día en casa.
Mauricio se preguntó también, por qué había faltado su novia a la escuela. Sin embargo, no le sorprendió el hecho; al fin y al cabo, era de esperarse que una noticia como aquella; pusiera mal a Sarah. Se sintió un tanto culpable por la forma en que había reaccionado ante tal situación; sabía que ella estaba asustada. Sabía que no había sido su culpa, que debió ser una experiencia traumática; él sabía bien que debía apoyarla emocional y psicológicamente ya que volvían ésos amargos y sórdidos recuerdos de una traumática experiencia de violación.
Su medio hermano Sergio había sido el culpable (decía Sarah); por causar que uno de sus amigos abusara sexualmente de ella. Nunca se lo dijo a nadie; ni siquiera a Sergio… Pensó que no valía la pena, ya que él había provocado todo eso. Se suponía que él tenía que cuidarla y no lo hizo; y la noticia era tan vergonzosa y discriminante; que no contó nada. Y mucho menos a él; se sentía traicionada por su medio hermano; que era más como un hermano a sangre pura para ella y un modelo a seguir…
Fue un día lluvioso; Sarah tendría aproximadamente quince años. Su mamá le comentó que pasarían por ella saliendo de la escuela, para evitar que se fuera en el autobús.
Sergio tenía en ése entonces veintitrés años. Se había salido de su casa a los dieciocho y se fue a vivir al pueblo de Oustrich (sin que su abuela lo supiera); un condado cercano a la ciudad... No había visto a su familia desde entonces y no recordaba muy bien a su hermana quién abandonó desde pequeña.
Pero acordó con su mamá que pasaría un tiempo con ella. Y así fue.
Ése mismo día, Sergio pasó por ella. Divisó que caminaba bajo aquel raudal, aparentemente interminable; tocó el claxon y ella volteó rápidamente, un tanto aturdida por la tempestad.
Sarah subió rápidamente al carro, miró a Sergio y explayó con tono de asombro
-¡Sergio! Hace muchísimo tiempo que no te veía. ¿Te fue a recoger mamá del aeropuerto?- La mirada de Sarah era noble, inocente y llena de júbilo, alegría y satisfacción por estar finalmente viendo a su hermano después de tanto tiempo. Se abrazaron por largo rato sin decir una palabra. No hacía falta. Lo extrañaba demasiado, y aunque sabía que llegaría ése día; no se imaginaba que sería él quién la recogería ésa tarde de la escuela.
-¡Hay princesa! Qué bueno verte. Me da gusto que estés bien-
-¿Te recogió mamá del aeropuerto?- Insistió Sarah con alegría y entusiasmo.
-No; tu papá fue por mí- dijo Sergio con tono suave mientras avanzaba con el tráfico.
-Y… dime… ¿Cómo te ha ido últimamente? ¿Qué tal las cosas con tu chica? ¿Cuál es su nombre otra vez?... ¿Susana? ¿Celia? ¿Sasha? ¿Sabrina?...-
-Jejeje, si dejas que hable lo sabrás. Zaida es su nombre. Y… pues las cosas no van tan bien como yo me lo esperaba. Pero… ¡no hablemos de eso ahora! ¡Cuéntame tú ¿cómo te ha ido?! Veo que has crecido bastante desde la última vez que te vi. Y… la verdad; también estás muy bonita. Seguro todos los chicos quieren andar con mi linda hermanita. ¡¿O no?!-
-¡Hay basta! Jajaja… tu deber es cuidarme y no preguntarme de ésas cosas-
La conversación continuó mientras ambos seguían en el carro. El camino hasta su casa era un poco largo. Así que tuvieron tiempo de platicar de varias cosas. Sus aventuras, cómo les había ido en el transcurso del tiempo, Qué cosas habían hecho… Realmente no dijeron cosas muy importantes… Después de un rato, hubo un notable silencio; y para romper el hielo, Sergio prendió la radio y escucharon música el resto del camino.
Sergio tenía que manejar con suma precaución, dado que el mal clima le impedía tener buena visibilidad.
Casi parecía como si fuera a llegar una gran tormenta. Sarah había escuchado el reporte del clima en la mañana y no habían comentado nada al respecto. Así que le comentó a Sergio, que no había nada de qué preocuparse.
Finalmente llegaron. Sarah notó que no estaba la camioneta de su papá estacionada enfrente de la casa, le preguntó a Sergio dónde estaba y éste no le contestó; simplemente sacó del carro un paraguas, se bajó rápidamente y le abrió la puerta a Sarah para que fueran hasta la entrada y no se mojaran.
La casa de los Lockhart era realmente hermosa. Estaba cerca de la bahía del West Side Viberage. Prácticamente a unos metros de ahí; así que se sentía la suave y delicada briza del horizonte. Pero cuando era época de tormentas tropicales; era un poco peligroso vivir tan lejos.
Cuando entraron a la casa; notaron que estaban todas las luces apagadas y no había nadie. Sergio se dirigió inmediatamente al refrigerador en busca de alguna nota. Era usual que si había algo por decir, dejaran una nota pegada en la nevera.
“Sergio, Sarah. Pasó algo inesperado. Erick y yo fuimos con Emily al doctor. Parece que le dio viruela a su hermana. Por favor; cuídense mucho, nosotros volveremos al anochecer. Hay comida sobre la estufa; y Sarah, por favor duérmete temprano.
Con amor: mamá”
-Al parecer nos abandonaron por un rato- comentó Sergio mientras tomaba un poco de jugo de naranja que había sacado de la nevera-Y no creo que vuelvan ésta noche-
-¿Por qué lo dices?- inquirió Sarah desde el comedor, sentada, esperando la cena.
-Bueno… ¿Ya viste cómo está el clima? Realmente, no creo que vuelvan ésta noche. Además, tú sabes que queda un poco lejos el hospital Reidens, que es el más cercano de aquí-
Hubo un silencio por unos cuantos minutos. Luego Sergio exclamó:
-Ahora ve a ducharte y baja para que te sirva la cena-
Sarah obedeció sin protestar. Al fin y al cabo, sentía un especial cariño por Sergio y no podía discutirle una palabra…
Cuando salió de su habitación, pudo casi saborear el delicioso aroma de un platillo familiar muy conocido. Bajó corriendo las escaleras, con ansias de ver qué había preparado su hermano. Cuando se dio cuenta que era el especial platillo de pollo agridulce y verduras que su mamá cocinaba en días especiales; curiosa preguntó:
-¿Y qué te dio por cocinar esto?-
-Bueno… Ya que estaremos solos por un rato y ya que era lo que mamá cocinaría para todos por mi llegada; decidí adelantarme y que por ahora comencemos tu y yo; al menos hasta que lleguen ellos.
Ambos se sentaron a la mesa, con un manjar por delante. Dieron las gracias, se sirvieron y comenzaron el festín…
No hablaron mucho durante la comida. Intercambiaron algunos comentarios sobre sus vidas y los planes que tenían para el futuro. Después de terminar; ambos recogieron la mesa y Sarah optó por lavar los platos mientras que Sergio limpiaba la cocina.
En eso; se escuchó el teléfono sonando desde la sala. Sarah contestó. Una penetrante voz al otro lado de la línea inquirió por el señor Sergio. Ella no musitó y enseguida se lo pasó a su hermano sin siquiera preguntar quién estaba hablando. Se quedó seria y miró a su hermano; casi como esperando algún tipo de respuesta.
-¿Si?… si Dr. Collins… si, comprendo… si por favor… se lo agradezco… Hasta luego, Buenas noches-
-¿Qué? ¿Qué te dijo el Dr. Collins, Sergio? ¿Qué pasó? ¿Por qué no quiso hablar conmigo?-
-Sarah, calma. Todo está bien. Emily tiene una fuerte infección y al parecer si es un caso de viruela. Mamá se quedará con ella en el hospital. Dijeron que tu papá quiso venir con nosotros; pero no lo dejaron. Es muy peligroso salir a ésta hora de la noche con éste clima.
Al parecer, mañana viene Erick a ver cómo estamos.-
-Pero, ¿Todo está bien con Emily? ¡Apenas tiene 6 años! ¿No le va a pasar nada?-…
Sarah parecía un poco agitada y se sentía algo consternada por su hermanita. Aunque peleaban mucho, ella la amaba y no quería que nada malo le sucediera.
Sergio calmó a Sarah y comentó que sería mejor para los dos que se fueran a dormir y esperaran al día de mañana para recibir nuevas noticias.
Capítulo 3
*Miércoles 4 de Mayo de 1987:
-¡Sarah!, quiero que me repitas lo que acabo de decir-
Sarah estaba en un estado de aletargamiento… En un vacío mental, realmente fuera de su elemento. Volteó lentamente a ver a la persona que se encontraba frente a ella. Era su profesor de literatura.
-Quiero que pongas atención a lo que se dice en clase Sarah- Replicó el Profesor. –No pareces muy concentrada ésta mañana; ¿está todo bien?-
Su maestro parecía enfadado; pero a la vez algo preocupado por el semblante de la joven. No parecía algo normal, no era común de su estudiante estrella y su alumna favorita.
-¿Me permitiría ir al sanitario por favor?- Musitó finalmente Sarah al darse cuenta que toda la clase la miraba; y de pronto se hizo un silencio abrumador.
-Adelante… No tardes por favor… Pero si te sientes mal; ve con Jenny para que te dé alguna medicina o llamen a tu casa-
Sarah no contestó. Se limitó sólo a levantarse de su lugar con sus pertenencias en la mano y salió del salón de clases sin voltear atrás.
Mauricio estaba en el pasillo. Había recogido unos libros de su casillero. Se dirigía nuevamente a su salón, cuando notó una familiar figura rondando por el pasillo con semblante pálido y caminando como por un impulso de supervivencia. Parecía más un muerto viviente que una persona en sí.
-¡Sarah!- exclamó Mauricio al notar un cambio drástico en su novia desde el día anterior.
-¿Qué sucede?... ¿Está todo bien?... ¿A dónde vas?-
Sarah parecía un zombi. No reaccionaba a ninguna de las preguntas de Mauricio. Tenía la mirada vacía y una expresión de angustia que invadía su alma entera. Él la miró directo a los ojos, la tomó por los hombros y con un suave movimiento, le levantó la barbilla con la mano. Su mirada estaba perdida, somnolienta, ida totalmente.
La sacudió por los hombros y preguntó -¿Qué sucede amor?-
Ésta última pregunta tuvo finalmente una reacción en ella. Fue como si despertara de un sueño interminable. Sus pupilas se dilataron y miró a Mauricio con cara de preocupación y una tez llena de ternura, admiración y miedo al mismo tiempo. Era como una angustia tan expresiva; que podría casi tocarse.
Y finalmente exclamó:
-No puedo olvidar lo que pasó ése día. No puedo perdonarlo. Él ha regresado… Al igual que todo lo que una vez me hundió. Mauricio… ¡no sé qué hacer!-